Carácter del ejército romano. El ejército romano empezó siendo una simple milicia de
campesinos que se reunían solamente cuando las circunstancias lo exigían. Los soldados eran
ciudadanos que aportaban su equipo y armamento y consideraban el servicio militar como uno de
tantos deberes impuestos por la vida cívica. Esta organización dio a Roma el imperio del mundo, pero
una vez conseguido, se reveló incapaz de defenderlo y consolidarlo. A fines del siglo II a. de J. C.
empezó la evolución del ejército romano. Su gran reformador fue Mario; los soldados se reclutaron
entre los más pobres de la población, con un largo tiempo de servicio, y gradualmente fueron
convirtiéndose en mercenarios, sin otro oficio que el de las armas.
César encontró al ejército en plena transición. No tenía todavía el carácter que le dio Augusto
y acentuaron sus sucesores, pero era ya una organización permanente formada por profesionales.
Los lazos de fidelidad religiosa e interés práctico que unían los soldados al general tenían ya aquel
matiz personalísimo que había de convertir a las legiones en el más poderoso instrumento político.
Organización. La infantería es la fuerza principal del ejército romano, y la unidad táctica de
infantería, la legión (legio). Ésta debe su nombre a la "reunión" de las tribus que formaban la
antigua milicia ciudadana. Deriva directamente de la falange dórica, introducida en el Lacio a través
de las ciudades de la Magna Grecia. La falange era una formación compacta de infantería pesada,
cuya misión principal era el choque; la maniobra era más bien encomendada a la caballería, colocada
generalmente en las alas. Los romanos, débiles en caballería, modificaron la falange haciéndola más
manejable y maniobrera. A este efecto la subdividieron en unidades capaces de moverse con cierta
independencia, cohortes, manípulos y centurias.
La centuria era la unidad inferior y constaba normalmente de cien hombres; dos centurias
formaban un manípulo, tres manípulos una cohorte y diez cohortes una legión. Asi, una legión
constaba de 60 centurias y su contingente teórico era de 6.000 hombres. Sin embargo, raras veces
contaban las legiones con su efectivo completo. Su contingente normal era de 4.500 a 5.000
hombres, lo que nos da de 70 a 80 hombres por centuria.
Armamento. El armamento defensivo del legionario romano era parecido al del hoplita
griego: casco, coraza, probablemente grebas y un escudo pesado de más de un metro de alto. Las
armas ofensivas consistían en una jabalina (pilum,) y una espada corta (gladius) de origen ibérico.
El pilum era una lanza de madera con punta de hierro que se lanzaba a distancia para desorganizar
las filas enemigas antes de entablar el cuerpo a cuerpo; una vez establecido el contacto, se empleaba
la espada, ancha y puntiaguda, que se manejaba de un modo parecido a la moderna bayoneta.
Además de sus armas, el soldado debía llevar en su mochila individual (sarcina) sus víveres,
utensilios para cocinarlos e instrumentos de zapa y fortificación. Todo ello formaba un equipo
bastante pesado que el legionario debía ser capaz de transportar durante largas marchas sin sentir
fatiga.
Mandos. La disciplina se mantenía gracias a una sabia jerarquía de mandos. Los oficiales
inferiores eran los centuriones o comandantes de las centurias; todos ellos habían empezado
sirviendo en las filas y debían el grado a su valor y virtudes militares. Los centuriones de la primera
cohorte eran más importantes que los otros y recibían el nombre de primorum ordinum centuriones o
primi ordines; el jefe de la primera centuria, llamado primipilus,. tenía acceso a los consejos de guerra
junto con los oficiales superiores. Eran éstos los tribunos militares (tribuni militum}, y los legados
(legati); los primeros eran seis por legión, cuyo mando desempeñaban por turno. En tiempo de César
los tribunos cedieron el paso a los legados, especie de lugarteniente del general en jefe, que podían
ejercer funciones independientes y mandar ejércitos enteros o parte de ellos. Todos estos oficiales
pertenecían a las clases superiores de Roma, nobleza senatorial y caballeros, y venían a formar
como el estado mayor del general.
Tropas especiales. Adjuntos al estado mayor estaban también los praefecti fabrum o jefes
de ingenieros; para los trabajos de fortificación e ingeniería, no se disponía de cuerpos especiales;
cuando el caso lo requería se separaban de las filas a los soldados más capacitados para ello (fabri).
Las tropas legionarias constituían la infantería pesada; la caballería y la infantería ligera
estaban encuadradas en unidades independientes de las legiones, designadas como tropas
auxiliares (auxilia); las componían soldados no ciudadanos, provinciales y extranjeros. Los auxiliares
de infantería consistían sobre todo en honderos y arqueros; la caballería, cuyas formaciones se
llamaban alae o cohortes alariae, por desempeñar generalmente misiones de flanqueo, estaba
mandada por los praefecti equitum, que muchas veces eran los mismos jefes o notables de las
tribus a que pertenecían los jinetes.
Formación en batalla. En la batalla, la formación táctica más usual en tiempo de César era
la acies triplex, en tres líneas, cada una de un cierto número de cohortes, por ejemplo, cuatro en la
primera y tres en las sucesivas, dispuestas al tresbolillo: este dispositivo permitía dejar intervalos
entre las cohortes por los que podían filtrarse, durante el combate, las reservas y refuerzos.
Normalmente, cada cohorte presentaba los manípulos adosados en línea, mientras las centurias de
cada manípulo se disponían en profundidad.
EL CAMPAMENTO ROMANO
Para ponerse a resguardo de posibles sorpresas, el ejército romano se hacía fuerte todas las
noches en un campamento fortificado (castra). Durante la marcha, el general enviaba por delante
un destacamento encargado de elegir un emplazamiento adecuado, fácil de defender y, a ser posible,
con posibilidad de abastecerse en agua, leña y forraje.
Una vez elegido el sitio, lo acotaban según una disposición tradicional (castra metari); un cuadrilátero
rodeado de un foso y una estacada. Llegadas las legiones, se emprendía inmediatamente el
atrincheramiento. Una trinchera excavada (fossa) solía tener cuatro metros de anchura por tres de
profundidad. Con la tierra excavada se levantaba un terraplén o muro (agger), coronado por una
estacada (vallum).
Las dimensiones del campamento dependían, naturalmente, del número de legiones que en
él debieran alojarse, pero su plano siempre era el mismo. En el centro de cada lado del cuadrilátero
se abría una puerta. La puerta dirigida hacia el enemigo era la porta praetoria, a la que
correspondía, al lado opuesto, la porta decumana. A ambos lados se abrían la porta principalis
dextra y la porta principalis sinistra. El interior estaba dividido según una cudrícula de calles (viae)
que discurrían entre las tiendas (tentoria). Las dos principales, que se cortaban en ángulo recto en el
centro del campamento, eran la uia principalis,, que iba de una puerta lateral a la otra, y la uia
praetoria, que desembocaba en la puerta del mismo nombre.
En la intersección de ambas calles principales se abría el forum, o explanada para las
asambleas, con el praetorium, pabellón del general, y el quaestorium, alojamiento del cuestor y de
los servicios administrativos y de intendencia. Alrededor del praetorium. se alineaban las tiendas del
estado mayor y de las tropas elegidas.
Entre el uallum. y las tiendas se dejaba un espacio (intervallum) para facilitar las entradas y
salidas.
Cuando una tropa debía permanecer alojada durante mucho tiempo en un determinado lugar,
se construía un campamento permanente (castra statiua). Si era para pasar el invierno, recibía el
nombre de hiberna. En la época imperial muchos campamentos permanentes se convirtieron en
núcleos de población urbana que desempeñaron un gran papel en la romanización de las provincias.