dimarts, 7 de juny del 2011

La religión Romana

Carácter de la religión romana.
Tal como aparece en los autores clásicos, la religión romana es el resultado de la incorporación de concepciones extranjeras, sobre todo griegas, sobre una base de creencias indígenas. La antigua religión de los romanos tenía un carácter muy distinto de la griega; sus dioses no estaban personalizados ni eran representables en estatuas y pinturas, y no dieron lugar a mitos o leyendas sagradas como las que encontramos en Grecia. .Son los dioses propios de un pueblo campesino, en el que la preocupación por el quehacer diario ha sofocado la fantasía. Entre las antiguas divinidades, a que se rendía culto en la vida privada, descollaban los espíritus (numina) que presidían todas las actividades de la vida familiar y exterior: el nacimiento y la muerte, la prosperidad de la casa, las faenas agrícolas y ganaderas, etc. Los nombres de estos
espíritus estaban registrados en los libros de los pontífices llamados indigitamenta, pero sólo unos pocos de ellos han adquirido una personalidad propia en la religión de la época clásica.
 
 
 

Espíritus protectores.
Entre los numina primitivos siguieron desempeñando un papel activo en la vida religiosa romana los Lares, los Penates y los Manes. Los Lares eran los protectores de la hacienda y del hogar, a los que se rendía culto en capillitas situadas en los límites de los campos. El Lar familiaris velaba sobre la casa; su imagen estaba en el atrio (lararium) y recibía culto en los días festivos; más adelante los Lares aparecieron siempre formando pareja. Su fiesta principal se celebraba el 23 de diciembre.
Junto a los Lares aparecen los Penates, espíritus protectores de la despensa (penus); sus imágenes estaban junto al hogar. Los Manes son las almas de los muertos de la familia, cuya benevolencia se captaba con fiestas funerarias, las Feralia (21 de febrero), en las que se visitaban las tumbas y se ofrecía en ellas alimentos y bebidas.
En vida, el espíritu protector es el Genius, que personifica la fuerza vital y activa del hombre. En el acto de nacer, el Genius se introduce en el hombre, y no se separa de él hasta la muerte.
 
 
 
 
Espíritus de la Naturaleza. 
Afines a los numina de que hemos hablado, sin que en muchos casos puedan distinguirse de ellos, son las divinidades que personifican fuerzas naturales, como fuentes y ríos. Las diosas de las fuentes fueron las Camenae, que más tarde se identificaron con las Musas griegas. Como dios fluvial gozó de gran veneración el Pater Tiberinus, personificación del Tíber. La energía vital que anima las selvas está representada por Faunus y Silvanus. El primero es un dios bondadoso, cuyo más antiguo santuario estaba en una gruta del monte Palatino: sus sacerdotes, los Luperci, en las fiestas Lupercalia (15 de febrero) daban la vuelta al antiguo recinto de la ciudad para asegurar la fertilidad de hombres, animales y campos. La actividad de Siluanus se desarrollaba en las selvas; por eso se le representa con una corona de pino y una rama del mismo árbol en la mano. Liber y su esposa Libera, presiden la vida exuberante de la vegetación; más tarde fueron asimilados a los dioses griegos Baco y Proserpina (o Perséfone). Los dioses de los huertos y jardines
son Vertumnus, Flora y Pomona.
 
 
 
Los grandes dioses romanos.
Si la familia romana tenía sus dioses, también los tenia el Estado, como gran familia que englobaba a todas las de la ciudad. Así había los Lares y los Penates públicos, que desempeñaban dentro de la comunidad las mismas funciones que en la vida doméstica. Pero su vinculación con el Estado y el culto público confirió a varias de estas divinidades un rango superior y una personalidad más definida. Por otra parte, la influencia exterior aportó nuevos rasgos a estas figuras divinas, muchas de las cuales fueron asimiladas a divinidades análogas de la religión griega.
Enumeraremos aquí las principales, conforme aparecen en los autores clásicos, y prescindiendo de los problemas relativos a su origen y evolución.

Júpiter
Júpiter es el antiguo dios indoeuropeo del cielo Era el principal protector de la grandeza de
Roma y dominaba sobre las demás deidades. Identificado con el Zeus griego, era el padre de los
dioses y los hombres. Tenía el templo principal en la cumbre del Capitolio, donde era venerado como Optimus Maximus. Se le adoraba en diversas advocaciones: como Víctor concedía la victoria, como Stator animaba al ejército en batalla, como Feretrius recibía los espolios cogidos al enemigo, como Dius Fidius sancionaba y protegía los juramentos. Sus símbolos son el rayo y el águila.
Juno, esposa de Júpiter, era la diosa de la feminidad, protectora de las mujeres, fundadora del matrimonio (luno Pronuba) y auxiliadora en los partos (luno Lucina). Era adorada con Júpiter en el templo que éste tenía en el Capitolio, honor que compartía también con Minerva. Fue asimilada a la diosa griega Hera.

Hera
Minerva formaba con Júpiter y Juno la tríade Capitolina. Era la diosa de las artes, los oficios y las ciencias, correspondiente a la Palas Atenea de los griegos.
Marte (Mars) es un antiguo dios de la fecundidad que pasó luego a serlo de la guerra. Era el antepasado de los romanos, como padre que fue de Rómulo y Remo. En el antiguo palacio de los reyes se guardaba su escudo (ancile) y su lanza. Con doce escudos como éste, sus doce sacerdotes (Saliii) ejecutaban en el mes de marzo (mes dedicado al dios) una danza guerrera acompañada de antiguos cantos, en los que se invocaba su protección sobre la ciudad. El dios griego correspondiente era Ares.
Diana fue también un espíritu femenino de la fecundidad, adorado en los bosques ricos en agua. Al identificarse con la griega Artemis se concretó su figura como diosa cazadora y diosa de la luna. Su hermano, el dios solar Apollo, era una divinidad griega que fue incorporada al panteón romano.
Neptuno era el dios romano de las aguas, y en especial del mar, análogo al griego Posidón.
Venus es la diosa de los jardines, de la belleza y del amor. Su identificación con la griega Afrodita la hizo madre de Eneas, antepasado común de los romanos y en especial de la familia Julia; de ahí que sea invocada como Venus genetrix.

Neptuno

Venus

Mercurio es el dios del comercio (mercatura), análogo al griego Hermes.
Vulcano era el dios del fuego, como Hefesto griego.
Jano es, en su origen, el numen protector de las puertas (ianua); por extensión, llegó a ser
dios de todos los comienzos, y así se le dedicó el primer mes del año (lanuarius). Se le representaba con una cabeza de dos caras (lanus bifrons), indicando la entrada y la salida. Las puertas de su templo estaban abiertas en tiempo de guerra y cerradas en tiempo de paz.
Vesta personificaba el fuego del hogar. Su templo circular en el foro representaba el hogar del Estado, en el que ardía siempre el fuego sagrado, atendido por las vírgenes vestales. Más tarde fue equiparada a la Hestia griega.
Saturno era un antiguo dios de los sembrados que, expulsado del cielo por Júpiter, se instaló en Italia y reinó en el Lacio. Bajo su dominio los hombres vivieron una edad de oro. Se le asimiló al griego Cronos.
Saturno

Los templos. 
Originariamente los lugares de culto eran parajes naturales en los que se percibía de un modo especial la presencia de los numina: grutas y bosquecillos sagrados (luci).
Cuando un lugar había sido consagrado por un sacerdote, se llamaba fanum, independientemente de
que fuera o no edificado. La influencia etrusca introdujo, no sólo las imágenes de los dioses, sino
también el templum, edificio de planta cuadrada, orientado de Norte a Sur para que e! sacerdote
pudiera dirigir su vista al mediodía. En su interior estaba la cella, que era la morada del dios, con su
imagen y altares. Cuando los romanos entraron en contacto con los griegos, adoptaron también la
planta oblonga de sus templos y los orientaron de Este a Oeste.


Los sacrificios. 
El acto más importante del culto era el sacrificio, practicado tanto en el ritualdoméstico como en el oficial. En el culto familiar se hacían sobre todo sacrificios incruentos. o sea ofrendas de frutos, tortas, vino, leche y otros productos. En cambio, en los ritos públicos eran corrientes los sacrificios cruentos, en los que se ofrecían animales. El animal (victima, hostia) era conducido solemnemente ante el altar, adornado con cintas y guirnaldas, y con la cabeza espolvoreada de harina y sal (mola salsa}; una vez degollado, sus entrañas (exta) eran quemadas sobre el ara, después de haber sido examinadas por los arúspices, y el resto de la carne era asado y consumido por los asistentes.

El sacerdocio. 
Los sacerdotes no formaban en Roma una clase especial de la población.
Dentro de la familia el sacerdote era el padre y en el Estado todas las funciones del culto incumbían, originariamente, al rey. Pero a medida que el ritual se fue complicando, estableciéronse corporaciones de sacerdotes (collegia), formadas en su mayoría por miembros de la clase dirigente. La más importante de estas corporaciones era la de los pontífices (collegium pontificum), presidida por el Pontifex Maximus. Pontifex significa "constructor, de puentes" y a estos sacerdotes se atribuía, en efecto, la construcción del pons sublicius, el primer puente de madera que se tendió sobre el Tíber. Cometido principal de los pontífices era velar porque se mantuviera la pureza del culto
tradicional: eran intérpretes y guardianes del derecho divino, confeccionaban el calendario, fijaban las fiestas (feriae), los días aptos para la actividad de los tribunales (dies fasti) y redactaban los Annales maximi, en los que se anotaban los acontecimientos más notables de cada año.
Los augures tenían por cometido averiguar la voluntad de los dioses gracias a la
interpretación de tres clases de señales: 1° fenómenos meteorológicos (signa ex caelo); 2.° el vuelo
de las aves (signa ex avibus) y 3.° la manera de comer de los pollos sagrados (signa ex tripudiis).
Los arúpices se encargaban, en cada sacrificio, de examinar el estado de las vísceras de la
víctima; toda anomalía observada en ellas pasaba por signo de mal agüero.
Los fetiales, presididos por el pater patratus, vigilaban el cumplimiento de loa preceptos del
derecho de gentes y cumplían los ritos exigidos en las declaraciones de guerra y en los tratados de
paz.
Las Vestales eran seis sacerdotisas que cuidaban de mantener el fuego sagrado en el
templo de Vesta; elegidas en su niñez por los pontífices entre las hijas de la nobleza romana, hacían
voto perpetuo de virginidad.

dilluns, 6 de juny del 2011

LA POLITICA


IV. LA POLÍTICA
El EstadoCiudad
y sus formas de gobierno. La unidad política de los pueblos antiguos del
Mediterráneo era la ciudad, es decir, un núcleo urbano rodeado de una comarca natural que, con sus
productos agrícolas, subvenía a las necesidades de aquél. El gobierno solía repartirse entre una
autoridad ejecutiva, hereditaria o electiva, una pequeña asamblea de notables y el conjunto de todos
los ciudadanos. El grado de poder de estos tres elementos variaba según los casos, y según que
predominara el poder ejecutivo, o la asamblea de notables, o el pueblo en su conjunto, el régimen
era, respectivamente, régimen monárquico, oligárquico o democrático.
La constitución romana. La constitución que encontramos en Roma en el momento más
glorioso de su historia, en los siglos IIIII
a. de J. C., responde a este esquema y representa un casi
perfecto equilibrio entre los tres regímenes mencionados. El principio monárquico estaba encarnado
en la autoridad de los magistrados y en especial de los cónsules; el oligárquico en el prestigio e
influencia del Senado; el democrático en las atribuciones legislativas de las asambleas del pueblo o
comicios.
. Este equilibrio ni se alcanzó de un golpe ni pudo ser mantenido por mucho tiempo. Las tres
formas de gobierno luchan entre sí a lo largo de toda la historia de Roma, hasta desembocar en el
Imperio. Pero el gran éxito del pueblo romano y lo. que explica su extraordinaria fortuna, fue el
conseguir que el tránsito de un régimen a otro no se hiciera por bruscas revoluciones, sino
gradualmente y conservando siempre el sentido de la continuidad política.
Aquí estudiaremos la organización política de Roma tal como aparece en los últimos siglos
de la República.






LAS MAGISTRATURAS
Condiciones para ser magistrado. Para obtener la dignidad de magistratus populi Romani
el candidato debía reunir las condiciones siguientes:
a) Ser ciudadano de pleno derecho, nacido libre y de padres libres (ingenuus). No era necesario
que estuviera emancipado de la libertad paterna, de modo que un hijo sometido privadamente a su
padre podía, no obstante, desempeñar el consulado.
b) No debía ejercer ningún oficio servil, ni trabajar a sueldo de nadie, ni haber sufrido una condena
judicial.
c) Haber cumplido el servicio militar y haber desempeñado las magistraturas inferiores según un
orden establecido y con arreglo a ciertos requisitos de edad. Así la carrera política (cursus
honorum) de un romano comprendía los grados siguientes:
1.° Servicio militar desde los 17 años como contubernalis en la escolta de un general o como
tribuno militar.
3.° Cuestor a los 30 años.
3.° Edil curul a los 37 (este grado no era necesario).
4.° Pretor a los 40.
5.° Cónsul a los 43.
Obtener un cargo a la edad mínima requerida se llamaba ser elegido suo anno, cosa muy difícil para
un hombre que no perteneciera a una familia de la nobleza (homo nobilis).
Autoridad de los magistrados. Las atribuciones de los magistrados se pueden agrupar bajo
los dos conceptos de potestas, autoridad administrativa, e Ímperium, pleno poder judicial y militar.
La potestas comprende el derecho a tomar los auspicios dentro del recinto de la ciudad, el
de dictar edictos con atribuciones para hacerlos cumplir, y el de convocar al pueblo y al Senado.
El Ímperium comprende el mando militar absoluto, con derecho a tomar los auspicios fuera
de la ciudad, jurisdicción plena en materia criminal, civil y administrativa, amplios poderes coercitivos
y facultad de convocar al pueblo fuera de la ciudad en comicios centuriados.
De las magistraturas ordinarias, sólo el consulado y la pretura reúnen la potestas y el
Ímperium.
Insignias. Insignias del Imperium de los magistrados superiores eran los fasces, un haz de
vergajos con una hacha en medio, la silla curul (sella curulis), silla plegable incrustada de marfil,
símbolo del poder judicial, y la toga praetexta, o sea una toga adornada con una banda de púrpura.
Los fasces eran llevados por los lictores, alguaciles que acompañaban siempre a los magistrados
superiores, marchando ante ellos en fila de a uno para abrirles paso y hacer observar a la gente una
actitud respetuosa.
La dignidad conferida por el cargo no se perdía al deponerlo. Los magistrados salientes se
llamaban consulares, praetorii, censorii, edilicii, quaestorii, según el cargo ejercido, y
conservaban perpetuamente el rango correspondiente.
Restricciones al poder de los magistrados. Los romanos idearon una serie de medios
para salvaguardar las libertades públicas contra todo abuso de poder de los magistrados. El primero
consistía en la " colegialidad" , o sea, la coexistencia de por lo menos dos funcionarios de la misma
categoría, cada uno de los cuales podía entorpecer y aun anular la acción de sus colegas. El
segundo era la facultad que tenían los tribunos de la plebe de invalidar la orden de un magistrado
cualquiera (potestad tribunicia). La oposición entre dos colegas y la intervención de un tribuno
pueden resumirse en dos conceptos generales: la intercesión o veto (intercessio) y la obnuntiatio.
La intercesión (intercessio) es el veto opuesto al decreto de un magistrado, a un acuerdo
del Senado o a una propuesta de ley hecha a los comicios. La obnuntiatio consiste en declarar que
se han observado signos celestes desfavorables para la celebración de un acto. Es el procedimiento
usado por los magistrados para impedir la reunión de los comicios, y era válido incluso contra los
tribunos.
Otra restricción era la distinción establecida entre imperium domi (dentro de la ciudad) e
imperium militiae (en el ejército, o sea, fuera de la ciudad). Dentro del recinto urbano, el poder
supremo estaba limitado por el derecho de apelar al pueblo en las sentencias capitales. Fuera de
Roma, en cambio, el poder militar era ejercido en toda su plenitud.






LAS MAGISTRATURAS EN PARTICULAR
1. El consulado. La autoridad suprema era desempeñada por los cónsules. Éstos eran dos
y su poder duraba un año. Eran nombrados por los comicios centuriados y tomaban posesión el 1.°
de enero. Sus insignias eran doce lictores con sus fasces, silla curul y toga praetexta; en campaña, la
capa de púrpura llamada paludamentum.
Las atribuciones de los cónsules eran, en su origen, omnímodas, pero con el tiempo fueron
pasando a otras magistraturas: las funciones judiciales pasaron a los pretores, y las administrativas a
los censores, ediles y cuestores.
Al extenderse el imperio y multiplicarse las provincias, se advirtió la conveniencia de no alejar
de Roma a los cónsules y se adoptó la costumbre de confiar los gobiernos provinciales y la dirección
de las guerras a los magistrados salientes (promagistrados): procónsules y propretores. De
este modo los cónsules se convirtieron en magistrados civiles, encargados de presidir y regular
toda la vida pública de la ciudad.
2. La pretura. Los pretores estaban sobre todo encargados de la administración de justicia
en materia civil, aunque presidían también los tribunales permanentes que entendían en lo criminal.
Su número fue aumentando en el curso de la historia; en el siglo I a. de J. C. eran ocho. El más
importante era el praetor urbanus, encargado de la jurisdicción dentro de la ciudad. Terminado el
año de su cargo, recibían el mando de una provincia como propraetores, Sus insignias, además de
la silla curul y la toga pretexta, eran dos lictores en Roma y seis fuera de ella.
3. La censura. Correspondía a los censores la formación del censo de los ciudadanos (de
ahí su nombre) y la clasificación de éstos según su fortuna. Al mismo tiempo vigilaban por la pureza
de las costumbres (regimen morum) y podían castigar a un ciudadano juzgado indigno haciéndole
pasar a una clase inferior y aun quitándole el derecho de sufragio. Por la amplitud de sus funciones
administrativas, los censores equivalían a nuestros ministros de Hacienda y Obras Públicas.
Eran elegidos en número de dos cada cinco años, y su cargo duraba 18 meses. El último acto que
realizaban era la solemne purificación (lustratio) del pueblo reunido en el Campo de Marte.
Desprovistos de imperium, los censores carecían de su símbolo, los fasces y los lictores, pero tenían
como insignia la silla curul y !a toga pretexta. Aunque en la jerarquía oficial venían después de los
pretores, la costumbre de elegir como censores a ex cónsules dio a esta magistratura un particular
carácter honorífico, pasando a ser considerada como el coronamiento del cursus honorum o carrera
política.
4. El tribunado de la plebe. Los tribunos de la plebe no eran propiamente magistrados, sino
simples representantes del pueblo con funciones de intervención y defensa. Eran diez, elegidos por
los comicios tributos. Sus atribuciones se limitaban a prestar auxilio (ius auxilii) a los plebeyos, por
medio del uso del veto, contra la opresión de un magistrado patricio y a presidir las asambleas de
la plebe o comicios por tribus. Carecían de insignias, pero estaban investidos de la sacrosancta
potestas, o sea del carácter de personas sagradas e inviolables. Revolucionario por su origen, el
tribunado de la plebe fue el agente más activo de la evolución constitucional, y el que dio el empujón
decisivo para el advenimiento del Imperio.
5. La edilidad. Los ediles fueron en su origen dos magistrados nombrados como auxiliares
de los tribunos (ediles plebeyos). Más tarde se crearon dos ediles patricios (ediles curules), y con
el tiempo las dos categorías llegaron a asimilarse. Sus atribuciones eran puramente administrativas,
extendidas a lo que hoy llamaríamos funciones de policía. Tenían a su cargo sobre todo la policía
de los mercados (cura annonae), la policía de la ciudad (cura urbis) y la organización y presidencia
de los juegos públicos (cura ludorum).
6. La cuestura. Los cuestores eran unos ayudantes de los cónsules, cuyas funciones
quedaron reducidas, con el tiempo, a las puramente administrativas de cuidar del tesoro público
(aerarium), percibir los impuestos y demás rentas, autorizar los pagos, llevar la contabilidad y dirigir
el archivo oficial. En las campañas actuaban de intendentes del general.
7. La dictadura. La dictadura era una magistratura extraordinaria a la que se acudía, en
los primeros siglos de la República, cuando la gravedad de las circunstancias aconsejaban reunir
todo el poder ejecutivo en una sola mano. El dictador era nombrado por uno de los cónsules a
propuesta del Senado, sin que contra ello valiese el veto de un tribuno. La única limitación de su
autoridad era que la duración máxima del cargo estaba fijada en seis meses, transcurridos los cuales
se le podían pedir cuentas de su conducta. A su vez el dictador nombraba un magister equitum o
maestre de la caballería, como su lugarteniente.
Insignias del dictador eran 24 lictores. Contra sus decisiones no valía el veto de los tribunos
ni la apelación al pueblo. El Senado se sirvió de la dictadura para imponer su autoridad cuando
fallaban los recursos legales. Pero el expediente se hizo peligroso, y a partir del siglo ll a. de J. C. el
Senado prefirió dar plenos poderes a los cónsules por medio de un senatusconsultum ultimum.
Las dictaduras de Sila y de César no tienen en común más que el nombre con la dictadura
constitucional; fueron usurpaciones del poder por efecto de un golpe de Estado, precursoras del
nuevo régimen que se avecinaba.





EL SENADO
En su origen, el Senado era el consejo de " ancianos" reunido por el rey para asesorarse en
las cuestiones de gobierno. Estaría formado por los jefes de las gentes patricias, de donde vino a los
senadores el nombre de patres. Mas parece que ya en los últimos tiempos de la monarquía algunos
plebeyos fueron admitidos a la asamblea, aunque con atribuciones limitadas. En todo caso, el acceso
a las magistraturas abrió también a la plebe las puertas del Senado.
Los senadores eran nombrados por los censores, los cuales debían elegir a los hombres
mejores entre los que habían desempeñado magistraturas curules; si no bastaban los ex
magistrados curules para cubrir las vacantes, debían nombrar a simples particulares.
En teoría, las atribuciones del Senado eran simplemente consultivas. Pero como los
magistrados cambiaban todos los años, el Senado vino a representar el principal elemento de
estabilidad, y su prestigio llegó a ser tal, que raros eran los cónsules que osaban desoír sus
indicaciones. Así, en la época áurea de la República el gobierno efectivo estaba, de hecho, en
manos del Senado. Su acción era sobre todo decisiva en política exterior.
Sólo tenían derecho a convocar al Senado los cónsules, pretores y tribunos de la plebe. La
sesión se celebraba en un templum, o sea. un lugar consagrado; generalmente, en la curia Hostilia,
situada en el Foro. Presidíala el magistrado convocador. El procedimiento de las sesiones
comprendía tres partes: relatio, exposición del orden del día, en la que se fijaban los puntos sobre los
que debía versar el debate; rogatio, la deliberación, en que el presidente iba preguntando
nominalmente su opinión (sententia) a los senadores más importantes; discessio o votación. Si
ningún tribuno o magistrado interponía su veto, el acuerdo se adoptaba en firme y se llamaba
senatusconsultum. En caso de veto, el acuerdo se llamaba senatus auctoritas y era un simple
dictamen sin valor legal.




LAS ASAMBLEAS DEL PUEBLO
La plena soberanía política (maiestas) corresponde al pueblo reunido en asamblea, y se
manifiesta en dos funciones decisivas, la legislativa y la electoral. El Estadociudad
antiguo
desconocía el uso moderno de la asamblea representativa: cada ciudadano debía comparecer en
persona a desempeñar sus derechos. En primer lugar, hay que hacer una distinción entre comitia y
contio. Comitia es una asamblea regular convocada y presidida por un magistrado, a la que se hace
una proposición de ley (rogatio) (proposición que puede convertirse en ley). Contio es una reunión
libre en la que un magistrado informa al pueblo sobre un asunto de interés. La debía convocar un
magistrado, pero éste podía ceder la palabra a un particular cualquiera.
Entre las asambleas regulares o comitia hay que distinguir las siguientes:
1.° Comitia curiata, asamblea del pueblo reunido por "curias", antigua división del pueblo romano.
Era una asamblea patricia que desde la instauración de los comicios centonados perdió casi todas
sus atribuciones. En la época histórica éstas quedaban reducidas a ciertas formalidades políticas y
religiosas, como la de conferir el imperium a los cónsules elegidos por las centurias.
2.° Comitia centuriata. Es la asamblea más solemne, la que agrupa a todo el pueblo en
formación militar. Los ciudadanos se distribuían en ella según su fortuna, y la votación se hacía
sucesivamente y por orden de clases. Dado su carácter militar, estos comicios sólo podían ser
convocados por un magistrado cum imperio, cónsul, pretor o dictador. Se celebraban en el Campo de
Marte. Su competencia abrazaba tres esferas: electoral, legislativa y judicial. Elegían a los
magistrados ordinarios cum imperio y a los censores, aprobaban o rechazaban las propuestas
de ley que el Senado les hacía llegar a a través de un magistrado, y decidían en última instancia las
causas criminales en virtud de la Lex Valeria de provocatione, según la cual todo ciudadano
condenado a muerte o a un castigo corporal podía apelar al pueblo. En los últimos tiempos de la
república, la función legislativa corrió sobre todo a cargo de los comicios por tribus.
3.° Comitia tributa. Es la asamblea del pueblo reunido según las circunscripciones
territoriales llamadas tribus, sucesora del antiguo concilium. plebis. Solían reunirse en el foro.
Elegían a los ediles, cuestores y tribunos. Fueron el principal instrumento de la legislación en
sentido democrático y, por tanto, un factor importante en la evolución política de Roma.

dimecres, 11 de maig del 2011

La familia Romana

FAMILIA Y MATRIMONIO

La familia dentro de la sociedad romana. El elemento básico de la sociedad romana era la
familia, entendida en su sentido más amplio, o sea, el conjunto de parientes carnales con sus
esposas e hijos, más la servidumbre, y con todos los bienes muebles e inmuebles que constituían el
patrimonio familiar. Jefe de la familia era el pater familias, verdadero rey del pequeño estado
doméstico, único depositario de los derechos religiosos, civiles y judiciales. En virtud de la patria
potestas, era, en efecto, sacerdote, juez y propietario absoluto de la hacienda; su autoridad era
ilimitada sobre todos los suyos, mujer, hijos y esclavos, y podía también disponer de lo que ellos
adquirieran mientras no se les concediera el derecho a un peculium, o propiedad privada. El padre
podía incluso vender a los hijos, y de hecho la emancipatio, acto por el que el hijo quedaba libre de la
potestad paterna, tenía la forma de una venta simulada, a seguida de la cual el comprador daba a
aquél la libertad.




El matrimonio. El matrimonio tenía una importancia capital en la vida romana, y sus efectos
no se limitaban al ámbito doméstico. Para ser ciudadano había que ser hijo de padres unidos en
legítimas nupcias, y de ello dependían los derechos que propiamente constituían la ciudadanía; en la
esfera privada, los derechos de poseer, testar y heredar, y en la pública el de votar en las asambleas
y aspirar a las magistraturas.
Para que un matrimonio fuera válido, los contrayentes debían estar en posesión del derecho
de conubium, que en un principio sólo poseían los patricios, pero que luego se extendió a todos los
ciudadanos.




Había dos tipos de matrimonio, con manus y sin manus. En el primer tipo, la mujer se
emancipaba de la tutela paterna y pasaba, ella y la dote aportada, bajo la autoridad del marido (in
manum mariti conveniebat). En el segundo tipo, la esposa seguía sometida a la autoridad de su
padre o tutor y conservaba la propiedad de sus bienes.
El matrimonio con manus podía adoptar tres formas distintas. La más antigua, reservada a
los patricios, consistía en una ceremonia sacramental, llamada confarreatio, en la que los dos
contrayentes, en presencia del pontifex , del flamen dialis y de diez testigos, ofrecían y comían juntos
una torta de espelta (far). Éste era el matrimonio propiamente religioso, que sólo podía ser disuelto
por una ceremonia análoga, llamada diffarreatio. El matrimonio per confarreationem cayó pronto en
desuso.
Las otras dos formas con manus, probablemente de origen plebeyo, carecían de este
carácter religioso y equivalían a nuestro matrimonio civil. Una era la coemptio, o compra simulada de
la mujer; otra, el usus, forma todavía mas simple, en que el matrimonio se hacia legítimo cuando los
contrayentes habían convivido durante un año sin interrupción.
Pero el matrimonio con manus ofrecía el inconveniente de que la mujer perdía toda su capacidad
jurídica en favor del marido, al cual quedaba sometida como si fuera su hija (in loco filiae); esto
acarreaba graves consecuencias en lo que concierne al derecho de propiedad. Para eludirlas se
imaginó una forma de matrimonio libre, sin conventio in manum, en el que la esposa conservaba su
plena capacidad jurídica (seguía siendo sui iuris) si la poseía antes de casarse, o continuaba
sometida a la autoridad de su padre o tutor. El divorcio era, además, mucho más fácil y se decidía sin
especiales formalidades. Ésta forma laxa de matrimonio tuvo mucha difusión y en la práctica fue la
única en uso a partir de los últimos tiempos de la república.
Situación de la mujer. La mujer romana ocupaba dentro de la comunidad un papel muy
respetable. El honor que el Estado concedía a las Vestales era como un símbolo de la dignidad que
la matrona poseía en el hogar. Lejos de estar recluida en el gineceo, como la mujer griega, la romana
gozaba de una gran libertad de acción, y desde los últimos tiempos de la república abundan los
testimonios de su intervención en la política.
Dentro de la familia era realmente la señora (domina) de la casa, e intervenía en todos loa
asuntos domésticos de importancia. Se ocupaba en hilar y tejer, dirigía la educación de los hijos,
vigilaba la servidumbre y llevaba una activa vida social acompañando a su marido.





LA EDUCACIÓN DE LA JUVENTUD

Escuelas y maestros. A diferencia de Atenas o de Esparta, donde existían verdaderos
sistemas educativos, que perseguían la armónica formación del joven en su espíritu y en su cuerpo,
el Estado romano se desentendió por completo de la educación, dejándola al arbitrio de las familias.
Mientras se conservó la pureza de las antiguas costumbres, nada había que objetar a este proceder.
Dentro de la familia el niño era testigo de cómo su padre cumplía con sus deberes cívicos y
religiosos, aprendía las buenas maneras y se iniciaba en los ritos del culto doméstico. Pero cuando
degeneró la vida familiar, y el padre tuvo que atender a múltiples negocios, que a veces le imponían
ausencias de años enteros, la educación casera se hizo insuficiente y hubo que acudir a otros
procedimientos.
Las primeras letras podían aprenderse en casa, de labios de un esclavo generalmente de
origen griego. Pero también había escuelas públicas, aunque no oficiales (ludus o ludus litterarius),
dirigidas por un maestro de primeras letras, llamado litterator. La enseñanza elemental consistía en
lectura, escritura y cálculo. Éste constituía la materia más difícil, a causa sobre todo del incómodo
sistema de la numeración romana. Para aprender el cálculo se ideó un ingenioso sistema de contar
con los dedos, que toda persona culta debía conocer, y se inventaron ábacos o tablas de cálculo que
permitían efectuar las cuatro operaciones fundamentales (addere, deducere, multiplicare, dividere).
Después de la segunda guerra púnica aparecieron las escuelas secundarias, regidas por un
grammaticus, según el modelo de las griegas. Eran esencialmente escuelas de lengua y literatura
griega, aunque las había que enseñaban en latín. Su finalidad principal era enseñar a expresarse con
elegancia y propiedad, tanto de palabra como por escrito. Las materias que hoy llamaríamos
científicas, geografía, física, astronomía, historia, eran tratadas sólo de paso, conforme salían en los
autores estudiados, y más como un objeto de adorno que por el interés que en sí mismas tuvieran.
La enseñanza superior y profesional apenas si existía en Roma. Para los jóvenes de las
clases elevadas, destinados desde la cuna a la acción política, no había más que las escuelas de
retórica, en las que aprendían el arte de hablar en público. SÍ aspiraban a una educación más
completa, tenían que dirigirse a Grecia, aunque desde el último siglo de la República fueron muchos
los griegos que se trasladaron a Roma para profesar la enseñanza de la filosofía.
Los jóvenes solían emprender los estudios superiores de retórica y filosofía después de
tomar la toga viril, o sea, a partir de loa 16 años. Durante la República suplían las deficiencias de los
grammatíci y rhetores por medio de un aprendizaje práctico, el llamado tirocinium:: acompañando a
un general, aprendían los rudimentos del arte militar (tirocinium, militiae), y ligándose a un hombre de
Estado o a un jurisconsulto eminente adquirían la ciencia política o del derecho (tirocinium fori).






LA CASA

El origen de la genuina casa romana es la vivienda de los labradores: una sola pieza
rectangular (atrium), donde se desarrollaba toda la vida de la familia. En ella estaba el hogar, que
servía a la vez de cocina y de altar de los Lares. Una claraboya cenital dejaba entrar luz y aire, y
también la lluvia. La inclinación de los tejados hacia adentro formaba el compluuium,; la pila o aljibe
en que se recogía el agua de lluvia entrada por el compluvium, recibía el nombre de impluuium.
De esta rudimentaria disposición surgió la casa típica de las familias acomodadas de Roma.
Alrededor del atrio fueron disponiéndose habitaciones independientes, sin otra luz que la puerta que
daba a aquél, dormitorios, cocinas y comedor (triclinium). La mayor de estas piezas era el tablinium,
dormitorio del pater familias, que a veces servía también de comedor y sala de reunión. El atrio
quedó así convertido en un patio central, en el que había un lararium o altar de los Lares, y los
armarios en que se guardaban los bustos de los antepasados.
(Ilustraciones interesantes:
“Casa romana primitiva, con atrium y pequeño jardín trasero”
“Planta de la casa anterior”
“Casa romana de tipo helenístico, con atrium y peristylum ”
“Planta de la casa anterior”)
A veces había también cuartos exteriores que no daban al atrio, sino a la calle, y que se
utilizaban como tiendas (tabernae).
La influencia griega modificó y amplió este tipo de casa con la introducción de otro patiojardín
posterior, el peristylum, rodeado de columnas; a su alrededor se abrían más habitaciones,
salones, comedores, dormitorios y cuartos de aseo.
Además de estas casas, destinadas a una sola familia, había grandes bloques de casas de
vecindad (insulae), de varias plantas, divididas en apartamentos análogos a nuestros modernos
pisos. La frecuencia con que se incendiaban indujo a poner límites a su altura; así Augusto prohibió
levantar edificios de más de 24 metros de elevación, y posteriormente se fijaron límites aún más
bajos.






dijous, 14 d’abril del 2011

EJÉRCITO ROMANO



Carácter del ejército romano. El ejército romano empezó siendo una simple milicia de
campesinos que se reunían solamente cuando las circunstancias lo exigían. Los soldados eran
ciudadanos que aportaban su equipo y armamento y consideraban el servicio militar como uno de
tantos deberes impuestos por la vida cívica. Esta organización dio a Roma el imperio del mundo, pero
una vez conseguido, se reveló incapaz de defenderlo y consolidarlo. A fines del siglo II a. de J. C.
empezó la evolución del ejército romano. Su gran reformador fue Mario; los soldados se reclutaron
entre los más pobres de la población, con un largo tiempo de servicio, y gradualmente fueron
convirtiéndose en mercenarios, sin otro oficio que el de las armas.
César encontró al ejército en plena transición. No tenía todavía el carácter que le dio Augusto
y acentuaron sus sucesores, pero era ya una organización permanente formada por profesionales.
Los lazos de fidelidad religiosa e interés práctico que unían los soldados al general tenían ya aquel
matiz personalísimo que había de convertir a las legiones en el más poderoso instrumento político.
Organización. La infantería es la fuerza principal del ejército romano, y la unidad táctica de
infantería, la legión (legio). Ésta debe su nombre a la "reunión" de las tribus que formaban la
antigua milicia ciudadana. Deriva directamente de la falange dórica, introducida en el Lacio a través
de las ciudades de la Magna Grecia. La falange era una formación compacta de infantería pesada,
cuya misión principal era el choque; la maniobra era más bien encomendada a la caballería, colocada
generalmente en las alas. Los romanos, débiles en caballería, modificaron la falange haciéndola más
manejable y maniobrera. A este efecto la subdividieron en unidades capaces de moverse con cierta
independencia, cohortes, manípulos y centurias.
La centuria era la unidad inferior y constaba normalmente de cien hombres; dos centurias
formaban un manípulo, tres manípulos una cohorte y diez cohortes una legión. Asi, una legión
constaba de 60 centurias y su contingente teórico era de 6.000 hombres. Sin embargo, raras veces
contaban las legiones con su efectivo completo. Su contingente normal era de 4.500 a 5.000
hombres, lo que nos da de 70 a 80 hombres por centuria.



Armamento. El armamento defensivo del legionario romano era parecido al del hoplita
griego: casco, coraza, probablemente grebas y un escudo pesado de más de un metro de alto. Las
armas ofensivas consistían en una jabalina (pilum,) y una espada corta (gladius) de origen ibérico.
El pilum era una lanza de madera con punta de hierro que se lanzaba a distancia para desorganizar
las filas enemigas antes de entablar el cuerpo a cuerpo; una vez establecido el contacto, se empleaba
la espada, ancha y puntiaguda, que se manejaba de un modo parecido a la moderna bayoneta.
Además de sus armas, el soldado debía llevar en su mochila individual (sarcina) sus víveres,
utensilios para cocinarlos e instrumentos de zapa y fortificación. Todo ello formaba un equipo
bastante pesado que el legionario debía ser capaz de transportar durante largas marchas sin sentir
fatiga.
Mandos. La disciplina se mantenía gracias a una sabia jerarquía de mandos. Los oficiales
inferiores eran los centuriones o comandantes de las centurias; todos ellos habían empezado
sirviendo en las filas y debían el grado a su valor y virtudes militares. Los centuriones de la primera
cohorte eran más importantes que los otros y recibían el nombre de primorum ordinum centuriones o
primi ordines; el jefe de la primera centuria, llamado primipilus,. tenía acceso a los consejos de guerra
junto con los oficiales superiores. Eran éstos los tribunos militares (tribuni militum}, y los legados
(legati); los primeros eran seis por legión, cuyo mando desempeñaban por turno. En tiempo de César
los tribunos cedieron el paso a los legados, especie de lugarteniente del general en jefe, que podían
ejercer funciones independientes y mandar ejércitos enteros o parte de ellos. Todos estos oficiales
pertenecían a las clases superiores de Roma, nobleza senatorial y caballeros, y venían a formar
como el estado mayor del general.




Tropas especiales. Adjuntos al estado mayor estaban también los praefecti fabrum o jefes
de ingenieros; para los trabajos de fortificación e ingeniería, no se disponía de cuerpos especiales;
cuando el caso lo requería se separaban de las filas a los soldados más capacitados para ello (fabri).
Las tropas legionarias constituían la infantería pesada; la caballería y la infantería ligera
estaban encuadradas en unidades independientes de las legiones, designadas como tropas
auxiliares (auxilia); las componían soldados no ciudadanos, provinciales y extranjeros. Los auxiliares
de infantería consistían sobre todo en honderos y arqueros; la caballería, cuyas formaciones se
llamaban alae o cohortes alariae, por desempeñar generalmente misiones de flanqueo, estaba
mandada por los praefecti equitum, que muchas veces eran los mismos jefes o notables de las
tribus a que pertenecían los jinetes.
Formación en batalla. En la batalla, la formación táctica más usual en tiempo de César era
la acies triplex, en tres líneas, cada una de un cierto número de cohortes, por ejemplo, cuatro en la
primera y tres en las sucesivas, dispuestas al tresbolillo: este dispositivo permitía dejar intervalos
entre las cohortes por los que podían filtrarse, durante el combate, las reservas y refuerzos.
Normalmente, cada cohorte presentaba los manípulos adosados en línea, mientras las centurias de
cada manípulo se disponían en profundidad.
 















EL CAMPAMENTO ROMANO
Para ponerse a resguardo de posibles sorpresas, el ejército romano se hacía fuerte todas las
noches en un campamento fortificado (castra). Durante la marcha, el general enviaba por delante
un destacamento encargado de elegir un emplazamiento adecuado, fácil de defender y, a ser posible,
con posibilidad de abastecerse en agua, leña y forraje.

Una vez elegido el sitio, lo acotaban según una disposición tradicional (castra metari); un cuadrilátero
rodeado de un foso y una estacada. Llegadas las legiones, se emprendía inmediatamente el
atrincheramiento. Una trinchera excavada (fossa) solía tener cuatro metros de anchura por tres de
profundidad. Con la tierra excavada se levantaba un terraplén o muro (agger), coronado por una
estacada (vallum).
Las dimensiones del campamento dependían, naturalmente, del número de legiones que en
él debieran alojarse, pero su plano siempre era el mismo. En el centro de cada lado del cuadrilátero
se abría una puerta. La puerta dirigida hacia el enemigo era la porta praetoria, a la que
correspondía, al lado opuesto, la porta decumana. A ambos lados se abrían la porta principalis
dextra y la porta principalis sinistra. El interior estaba dividido según una cudrícula de calles (viae)
que discurrían entre las tiendas (tentoria). Las dos principales, que se cortaban en ángulo recto en el
centro del campamento, eran la uia principalis,, que iba de una puerta lateral a la otra, y la uia
praetoria, que desembocaba en la puerta del mismo nombre.
En la intersección de ambas calles principales se abría el forum, o explanada para las
asambleas, con el praetorium, pabellón del general, y el quaestorium, alojamiento del cuestor y de
los servicios administrativos y de intendencia. Alrededor del praetorium. se alineaban las tiendas del
estado mayor y de las tropas elegidas.
Entre el uallum. y las tiendas se dejaba un espacio (intervallum) para facilitar las entradas y
salidas.
 











 Cuando una tropa debía permanecer alojada durante mucho tiempo en un determinado lugar,
se construía un campamento permanente (castra statiua). Si era para pasar el invierno, recibía el
nombre de hiberna. En la época imperial muchos campamentos permanentes se convirtieron en
núcleos de población urbana que desempeñaron un gran papel en la romanización de las provincias.