dimarts, 7 de juny del 2011

La religión Romana

Carácter de la religión romana.
Tal como aparece en los autores clásicos, la religión romana es el resultado de la incorporación de concepciones extranjeras, sobre todo griegas, sobre una base de creencias indígenas. La antigua religión de los romanos tenía un carácter muy distinto de la griega; sus dioses no estaban personalizados ni eran representables en estatuas y pinturas, y no dieron lugar a mitos o leyendas sagradas como las que encontramos en Grecia. .Son los dioses propios de un pueblo campesino, en el que la preocupación por el quehacer diario ha sofocado la fantasía. Entre las antiguas divinidades, a que se rendía culto en la vida privada, descollaban los espíritus (numina) que presidían todas las actividades de la vida familiar y exterior: el nacimiento y la muerte, la prosperidad de la casa, las faenas agrícolas y ganaderas, etc. Los nombres de estos
espíritus estaban registrados en los libros de los pontífices llamados indigitamenta, pero sólo unos pocos de ellos han adquirido una personalidad propia en la religión de la época clásica.
 
 
 

Espíritus protectores.
Entre los numina primitivos siguieron desempeñando un papel activo en la vida religiosa romana los Lares, los Penates y los Manes. Los Lares eran los protectores de la hacienda y del hogar, a los que se rendía culto en capillitas situadas en los límites de los campos. El Lar familiaris velaba sobre la casa; su imagen estaba en el atrio (lararium) y recibía culto en los días festivos; más adelante los Lares aparecieron siempre formando pareja. Su fiesta principal se celebraba el 23 de diciembre.
Junto a los Lares aparecen los Penates, espíritus protectores de la despensa (penus); sus imágenes estaban junto al hogar. Los Manes son las almas de los muertos de la familia, cuya benevolencia se captaba con fiestas funerarias, las Feralia (21 de febrero), en las que se visitaban las tumbas y se ofrecía en ellas alimentos y bebidas.
En vida, el espíritu protector es el Genius, que personifica la fuerza vital y activa del hombre. En el acto de nacer, el Genius se introduce en el hombre, y no se separa de él hasta la muerte.
 
 
 
 
Espíritus de la Naturaleza. 
Afines a los numina de que hemos hablado, sin que en muchos casos puedan distinguirse de ellos, son las divinidades que personifican fuerzas naturales, como fuentes y ríos. Las diosas de las fuentes fueron las Camenae, que más tarde se identificaron con las Musas griegas. Como dios fluvial gozó de gran veneración el Pater Tiberinus, personificación del Tíber. La energía vital que anima las selvas está representada por Faunus y Silvanus. El primero es un dios bondadoso, cuyo más antiguo santuario estaba en una gruta del monte Palatino: sus sacerdotes, los Luperci, en las fiestas Lupercalia (15 de febrero) daban la vuelta al antiguo recinto de la ciudad para asegurar la fertilidad de hombres, animales y campos. La actividad de Siluanus se desarrollaba en las selvas; por eso se le representa con una corona de pino y una rama del mismo árbol en la mano. Liber y su esposa Libera, presiden la vida exuberante de la vegetación; más tarde fueron asimilados a los dioses griegos Baco y Proserpina (o Perséfone). Los dioses de los huertos y jardines
son Vertumnus, Flora y Pomona.
 
 
 
Los grandes dioses romanos.
Si la familia romana tenía sus dioses, también los tenia el Estado, como gran familia que englobaba a todas las de la ciudad. Así había los Lares y los Penates públicos, que desempeñaban dentro de la comunidad las mismas funciones que en la vida doméstica. Pero su vinculación con el Estado y el culto público confirió a varias de estas divinidades un rango superior y una personalidad más definida. Por otra parte, la influencia exterior aportó nuevos rasgos a estas figuras divinas, muchas de las cuales fueron asimiladas a divinidades análogas de la religión griega.
Enumeraremos aquí las principales, conforme aparecen en los autores clásicos, y prescindiendo de los problemas relativos a su origen y evolución.

Júpiter
Júpiter es el antiguo dios indoeuropeo del cielo Era el principal protector de la grandeza de
Roma y dominaba sobre las demás deidades. Identificado con el Zeus griego, era el padre de los
dioses y los hombres. Tenía el templo principal en la cumbre del Capitolio, donde era venerado como Optimus Maximus. Se le adoraba en diversas advocaciones: como Víctor concedía la victoria, como Stator animaba al ejército en batalla, como Feretrius recibía los espolios cogidos al enemigo, como Dius Fidius sancionaba y protegía los juramentos. Sus símbolos son el rayo y el águila.
Juno, esposa de Júpiter, era la diosa de la feminidad, protectora de las mujeres, fundadora del matrimonio (luno Pronuba) y auxiliadora en los partos (luno Lucina). Era adorada con Júpiter en el templo que éste tenía en el Capitolio, honor que compartía también con Minerva. Fue asimilada a la diosa griega Hera.

Hera
Minerva formaba con Júpiter y Juno la tríade Capitolina. Era la diosa de las artes, los oficios y las ciencias, correspondiente a la Palas Atenea de los griegos.
Marte (Mars) es un antiguo dios de la fecundidad que pasó luego a serlo de la guerra. Era el antepasado de los romanos, como padre que fue de Rómulo y Remo. En el antiguo palacio de los reyes se guardaba su escudo (ancile) y su lanza. Con doce escudos como éste, sus doce sacerdotes (Saliii) ejecutaban en el mes de marzo (mes dedicado al dios) una danza guerrera acompañada de antiguos cantos, en los que se invocaba su protección sobre la ciudad. El dios griego correspondiente era Ares.
Diana fue también un espíritu femenino de la fecundidad, adorado en los bosques ricos en agua. Al identificarse con la griega Artemis se concretó su figura como diosa cazadora y diosa de la luna. Su hermano, el dios solar Apollo, era una divinidad griega que fue incorporada al panteón romano.
Neptuno era el dios romano de las aguas, y en especial del mar, análogo al griego Posidón.
Venus es la diosa de los jardines, de la belleza y del amor. Su identificación con la griega Afrodita la hizo madre de Eneas, antepasado común de los romanos y en especial de la familia Julia; de ahí que sea invocada como Venus genetrix.

Neptuno

Venus

Mercurio es el dios del comercio (mercatura), análogo al griego Hermes.
Vulcano era el dios del fuego, como Hefesto griego.
Jano es, en su origen, el numen protector de las puertas (ianua); por extensión, llegó a ser
dios de todos los comienzos, y así se le dedicó el primer mes del año (lanuarius). Se le representaba con una cabeza de dos caras (lanus bifrons), indicando la entrada y la salida. Las puertas de su templo estaban abiertas en tiempo de guerra y cerradas en tiempo de paz.
Vesta personificaba el fuego del hogar. Su templo circular en el foro representaba el hogar del Estado, en el que ardía siempre el fuego sagrado, atendido por las vírgenes vestales. Más tarde fue equiparada a la Hestia griega.
Saturno era un antiguo dios de los sembrados que, expulsado del cielo por Júpiter, se instaló en Italia y reinó en el Lacio. Bajo su dominio los hombres vivieron una edad de oro. Se le asimiló al griego Cronos.
Saturno

Los templos. 
Originariamente los lugares de culto eran parajes naturales en los que se percibía de un modo especial la presencia de los numina: grutas y bosquecillos sagrados (luci).
Cuando un lugar había sido consagrado por un sacerdote, se llamaba fanum, independientemente de
que fuera o no edificado. La influencia etrusca introdujo, no sólo las imágenes de los dioses, sino
también el templum, edificio de planta cuadrada, orientado de Norte a Sur para que e! sacerdote
pudiera dirigir su vista al mediodía. En su interior estaba la cella, que era la morada del dios, con su
imagen y altares. Cuando los romanos entraron en contacto con los griegos, adoptaron también la
planta oblonga de sus templos y los orientaron de Este a Oeste.


Los sacrificios. 
El acto más importante del culto era el sacrificio, practicado tanto en el ritualdoméstico como en el oficial. En el culto familiar se hacían sobre todo sacrificios incruentos. o sea ofrendas de frutos, tortas, vino, leche y otros productos. En cambio, en los ritos públicos eran corrientes los sacrificios cruentos, en los que se ofrecían animales. El animal (victima, hostia) era conducido solemnemente ante el altar, adornado con cintas y guirnaldas, y con la cabeza espolvoreada de harina y sal (mola salsa}; una vez degollado, sus entrañas (exta) eran quemadas sobre el ara, después de haber sido examinadas por los arúspices, y el resto de la carne era asado y consumido por los asistentes.

El sacerdocio. 
Los sacerdotes no formaban en Roma una clase especial de la población.
Dentro de la familia el sacerdote era el padre y en el Estado todas las funciones del culto incumbían, originariamente, al rey. Pero a medida que el ritual se fue complicando, estableciéronse corporaciones de sacerdotes (collegia), formadas en su mayoría por miembros de la clase dirigente. La más importante de estas corporaciones era la de los pontífices (collegium pontificum), presidida por el Pontifex Maximus. Pontifex significa "constructor, de puentes" y a estos sacerdotes se atribuía, en efecto, la construcción del pons sublicius, el primer puente de madera que se tendió sobre el Tíber. Cometido principal de los pontífices era velar porque se mantuviera la pureza del culto
tradicional: eran intérpretes y guardianes del derecho divino, confeccionaban el calendario, fijaban las fiestas (feriae), los días aptos para la actividad de los tribunales (dies fasti) y redactaban los Annales maximi, en los que se anotaban los acontecimientos más notables de cada año.
Los augures tenían por cometido averiguar la voluntad de los dioses gracias a la
interpretación de tres clases de señales: 1° fenómenos meteorológicos (signa ex caelo); 2.° el vuelo
de las aves (signa ex avibus) y 3.° la manera de comer de los pollos sagrados (signa ex tripudiis).
Los arúpices se encargaban, en cada sacrificio, de examinar el estado de las vísceras de la
víctima; toda anomalía observada en ellas pasaba por signo de mal agüero.
Los fetiales, presididos por el pater patratus, vigilaban el cumplimiento de loa preceptos del
derecho de gentes y cumplían los ritos exigidos en las declaraciones de guerra y en los tratados de
paz.
Las Vestales eran seis sacerdotisas que cuidaban de mantener el fuego sagrado en el
templo de Vesta; elegidas en su niñez por los pontífices entre las hijas de la nobleza romana, hacían
voto perpetuo de virginidad.

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